miércoles, 22 de julio de 2015

[RESUMEN] El Papel del trabajo en la transformación del mono en hombre. (Engels)

El trabajo es la condición básica y fundamental de toda la vida humana. Y lo es en tal grado que, hasta cierto punto, debemos decir que el trabajo ha creado al propio hombre. Darwin nos ha dado una descripción aproximada de nuestros antepasados. Estaban totalmente cubiertos de pelos, tenían barba, orejas puntiagudas, vivían en los arboles y formaban manadas. Es de suponer que como consecuencia directa de su genero de vida, por el que las manos, al trepar, tenían que desempeñar funciones distintas a las de los pies, estos monos se fueron acostumbrando a prescindir de ellas al caminar por el suelo y empezaron a adoptar más y más una posición erecta. Fue el paso decisivo para el transito del mono al hombre.

La mayoría de los monos apoyan en el suelo los nudillos, y encogiendo las piernas, hacen avanzar el cuerpo por entre sus largos brazos. Aún hoy podemos observar entre los monos, todas las formas de transición entre la marcha a cuatro patas y la marcha en posición erecta. Pero en ninguno de ellos ésta ha pasado a ser un recurso circunstancial.

La mano no es solo el órgano del trabajo, es también producto de él. Únicamente por el trabajo, por la adaptación a nuevas funciones, por la transmisión hereditaria del perfeccionamiento especial así adquirido por los músculos, los ligamentos y, en un periodo más largo, también por los huesos, y por la aplicación siempre renovada de estas habilidades heredadas a funciones nuevas y cada vez más complejas, ha sido como la mano del hombre ha alcanzado ese grado de perfección que la ha hecho capaz de dar vida.

La comparación con los animales nos muestra que la explicación del origen del lenguaje a partir del trabajo es la única acertada. Ningún animal en estado salvaje se siente perjudicado por su incapacidad de hablar o comprender el lenguaje humano. Pero la situación cambia por su por completo cuando el animal ha sido domesticado por el hombre. El contacto con el hombre desarrollado en el perro y en el caballo un oído tan sensible al lenguaje articulado, que estos animales pueden, dentro de un marco de sus representaciones, llegar a comprender cualquier idioma. Sin embargo cuando existe un órgano apropiado esta incapacidad  puede ser superada dentro de ciertos limites. Los órganos bucales de las aves se distinguen en forma radical de los del hombre, y , sin embargo las aves son los únicos animales que pueden aprender a hablar, y el ave de voz más repulsiva, el loro, es la que mejor habla.

Primero el trabajo y luego con él la palabra articulada, fueron los dos estímulos principales bajo cuya influencia el cerebro del mono se fue transformando gradualmente en cerebro humano, que, a pesar de toda su similitud, lo supera considerablemente en tamaño y en perfección. Y a medida que se desarrolla el cerebro, desarrollábanse también sus instrumentos más  inmediatos: los órganos de los sentidos. De la misma manera que el desarrollo gradual del lenguaje va acompañado necesariamente del correspondiente perfeccionamiento del órgano del oído, así también el desarrollo general del cerebro va ligado al perfeccionamiento de todos los órganos de los sentidos. El desarrollo del cerebro y de los sentidos a su servicio, la creciente claridad de conciencia, la capacidad de abstracción y de discernimiento cada vez mayores, reaccionaron a su vez sobre el trabajo y la palabra, estimulando más y más su desarrollo. Cuando el hombre se separa definitivamente del mono, este desarrollo no cesa ni mucho menos, sino que continúa, en distinto grado y en distintas direcciones entre los distintos pueblos y en las diferentes épocas, interrumpido incluso a veces por progresiones de carácter local o temporal, pero avanzando en su conjunto a grandes pasos, considerablemente impulsado y, a la vez, orientado en un sentido más preciso por un nuevo elemento que surge con la aparición del hombre acabado: la sociedad.

¿Y que es lo que volvemos a encontrar como signo distintivo entre la manada de monos y la sociedad humana? Otra vez el trabajo. La manada de monos se contentaba con devorar los alimentos de un área que determinaban las condiciones geográficas o la resistencia de las manadas vecinas. Trasladábase de un lugar a otro y entablaba luchas con otras manadas para conquistar nuevas zonas de alimentación: pero era incapaz de extraer de estas zonas más de lo que la naturaleza buenamente le ofrecía, si exceptuamos la acción inconsciente de la manada, al abonar el suelo con sus excrementos.

No cabe duda de que la explotación rapaz contribuyó en alto grado a la humanización de nuestros antepasados, pues amplió el numero de plantas y las partes de éstas utilizadas en la alimentación por aquella raza de monos que superaba con ventaja todas las demás en inteligencia y en capacidad de adaptación. En una palabra, la alimentación, cada vez más variada, aportaba al organismo nuevas substancias, con lo que fueron creadas las condiciones químicas para la transformación de estos monos en seres humanos. El trabajo comienza con la elaboración de instrumentos. Los instrumentos de caza y pesca son utilizados también como armas. Pero la caza y la pesca suponen el transito de la alinentación exclusivamente vegetal a alimentación mixta, lo que significa un nuevo paso en de suma importancia en la transformación del mono en hombre. El consumo de carne ofreció al organismo, en forma casi acabada, lso ingredientes más esenciales para su metabolismo. De la misma manera que el habito de la alimentación mixta convirtió al perro y al gato en servidores del hombre, así también el hábito de combinar la carne con la dieta vegetal contribuyó poderosamente a dar fuerza física e independencia al hombre en formación. El consumo de carne en la alimentación significo dos nuevas avances de importancia decisiva: el uso del fuego y la domesticación de animales. Estos dos adelantos se convirtieron directamente para el hombre en nuevos medios de emancipación.

  El hombre, que había aprendido a comer todo lo comestible, aprendió también, de la misma manera, a vivir en cualquier clima. Se extendió por toda la superficie habitable de la tierra siendo el único animal capaz de hacerlo por iniciativa propia. Y el paso del clima uniformemente cálido de la patria original, a zonas más frías donde el año se dividía en verano e invierno, creó nuevas necesidades, al obligar al hombre a buscar habitación y a cubrir su cuerpo para protegerse del frío y la humedad. Así surgieron nuevas esferas de trabajo y, con ellas, nuevas actividades que fueron apartando más y más al hombre de los animales. El trabajo mismo se diversificaba y perfeccionaba de generación en generación extendiéndose cada vez más a nuevas actividades. A la caza y a la ganadería vino a sumarse la agricultura y más tarde el hilado y el tejido, el trabajo de los metales, la alfarería y la navegación. Al lado del comercio y de los oficios aparecieron, finalmente, las artes y las ciencias; de las tribus nacieron las naciones y los Estados. Frente a todas estas creaciones que se manifestaban en primer termino como productos del cerebro y parecían dominar las sociedades humanas, las producciones más modestas, fruto del trabajo de la mano, quedaron relegadas a segundo plano, tanto más cuanto que en una fase muy temprana de del desarrollo de la sociedad (por ejemplo, ya en la familia primitiva), la cabeza que planeaba el trabajo era ya capaz de obligar a manos ajenas a realizar el trabajo proyectado por ella. El rápido progreso de la civilización fue atribuido exclusivamente a la cabeza, al desarrollo y a la actividad del cerebro.

La influencia duradera de los animales sobre la naturaleza que los rodea es completamente involuntaria y constituye, por lo que a los animales se refiere, un hecho accidental. Los animales destruyen la vegetación del lugar sin darse cuenta de lo que hacen. Los hombres, en cambio, cuando destruyen la vegetación lo hacen con el fin de utilizar la superficie que queda libre para sembrar cereales, plantar árboles o cultivar la vid, conscientes de que la cosecha que obtengan superará varias veces lo sembrado por ellos.

 Pero ni un solo acto planificado de ningún animal ha podido imprimir en la naturaleza el sello de voluntad. Sólo el hombre ha podido hacerlo. Resumiendo; lo único que pueden hacer los animales es utilizar la naturaleza exterior y modificara por el mero hecho de su presencia en ella. El hombre, en cambio, modifica la naturaleza y la obliga así a servirle, la domina. Y ésta es, en última instancia, la diferencia esencial que existe entre el hombre y los demás animales, diferencia que, una vez más, viene a ser efecto del trabajo. Después de cada una de cada una de estas victorias, la naturaleza toma su venganza. Bien es verdad que las primeras consecuencias de estas victorias son las previstas por nosotros, pero en segundo y en tercer lugar aparecen unas consecuencias muy distintas, totalmente imprevistas y que, a menudo, anulan las primeras. Así, a cada paso, los hechos nos recuerdan que nuestro dominio sobre la naturaleza no se parece en nada al dominio de un conquistador sobre el pueblo conquistado, que no es el dominio de alguien situado fuera de la naturaleza, sino que nosotros, por nuestra carne, nuestra sangre y nuestro cerebro, pertenecemos a la naturaleza, nos encontramos en su seno, y todo nuestro dominio sobre ella consiste en que, a diferencia de los demás seres, somos capaces de conocer sus leyes y de aplicarlas adecuadamente.

   En efecto, cada día aprendemos a comprender mejor las leyes de la naturaleza y a conocer tato los efectos inmediatos como las consecuencias remotas de nuestra intromisión en el curso natural de su desarrollo. Sobre todo después de los grandes progresos logrados en este siglo por las Ciencias Naturales, nos hallamos en condición de prever, y, por lo tanto, de controlar cada vez mejor las remotas consecuencias naturales de nuestros actos en la producción, por lo menos de los más corrientes. Más, si han sido precisos miles de años para que el hombre aprendiera en cierto grado a prever las remotas consecuencias naturales de sus actos dirigidos a la producción, mucho más le costó aprender a calcular las remotas consecuencias de esos mismos actos. Pero aquí también, aprovechando una experiencia larga, y a veces cruel, confrontando y analizando los materiales proporcionados por la historia, vamos aprendiendo poco a poco a conocer las consecuencias sociales indirectas y más remotas de nuestros actos en la producción, lo que nos permite extender también a estas consecuencias nuestro dominio y nuestro control.

 Sin embargo para llevar a cabo este control se requiere algo más que el simple conocimiento. Hace falta una revolución que transforme por completo el modo de producción existente hasta hoy en día, con él, el orden social vigente. Todos los modos de producción que han existido hasta el presente solo buscaban el efecto útil del trabajo en su forma más directa e inmediata. No hacían el menor caso de las consecuencias remotas, que solo aparecen más tarde y cuyo efecto se manifiesta únicamente gracias a un proceso de repetición y acumulación gradual. La primitiva propiedad comunal de la tierra correspondía, por un lado, a un estado de desarrollo de los hombres en que el horizonte de éstos quedaba limitado, por lo general, a las cosas más inmediatas, y presuponía, por otro lado cierto excedente de tierras libres, que ofrecía cierto margen para neutralizar los posibles resultados adversos de esta economía positiva. Al agotarse el excedente de las tierras libres, comenzó la decadencia de la propiedad comunal. Todas las formas más elevadas de producción que vinieron después condujeron a la división de la población en clases diferentes y, por lo tanto, al antagonismo entre las clases dominantes y las clases oprimidas. En consecuencia los intereses de las clases dominantes se convirtieron en el elemento propulsor de la producción, en cuanto ésta no limitaba a mantener bien que mal la mísera existencia de los oprimidos.

La ciencia social de la burguesía, la Economía Política Clásica, sólo se ocupa preferentemente de aquellas consecuencias sociales que constituyen el objetivo inmediato de los actos realizados por los hombres en la producción y el cambio. Estos corresponden plenamente al régimen social cuya expresión teórica es la ciencia. Por cuanto los capitalistas aislados producen o cambian con el único fin de obtener beneficios inmediatos, sólo pueden ser tenidos en cuenta, primeramente, los resultados más próximos e inmediatos. Con el actual modo de producción, y por lo que respecta tanto a las consecuencias naturales como a las consecuencias sociales de los actos realizados por los hombres, lo que interesa preferentemente son sólo los primeros resultados, los más palpables. Y luego hasta se manifiesta extrañeza de las consecuencias remotas de las acciones que perseguían esos fines resulten ser distintas y, en la mayoría de los casos,  hasta diametralmente opuestas; de que la armonía entre la oferta y la demanda se convierta en su antípoda.